Por Carlos G. Lazzarini*
“En tiempos de cambio, los aprendices van a heredar el mundo, mientras que los sabelotodo estarán perfectamente preparados para un mundo que ya no existe”.
Eric Hoffer
Si bien el desconcierto de la dirigencia política tradicional no resulta a esta altura un dato novedoso, el escenario en ciernes lo hace aún más evidente. A esa dirigencia, por otro lado, el presidente Milei la engloba y a la vez encierra con una etiqueta más que efectiva: la casta. Así logra, además, que los dispositivos político-comunicacionales que utilizó y utiliza ¨la casta¨¨ resulten no solo repetidos, sino ineficaces y estériles para burlar la encerrona.
La brutal transformación social experimentada en muy pocos años, mucho a causa de la revolución de internet, el ecosistema digital, las redes sociales, el capitalismo y la vida en plataformas, impactó con fuerza en la forma de relacionamos, en el trabajo, en la evolución de los medios, en lo cotidiano y, por supuesto, en la política. Lo hizo y hace tan rápido que desconcierta a generaciones de dirigentes que navegan con dispositivos obsoletos. Aún así insisten, aferrados a lo aprendido, a lo artificialmente producido, a lo experimentado, a lo establecido, a lo guionado y hasta lo previsible.
Muchos advierten “lo nuevo”, pero la magnitud y velocidad del cambio exige “entender de nuevo”. Y mientras la transformación no se detiene, otra epidemia se propaga: la creciente insatisfacción con la democracia. ¿Consecuencia de lo anterior o resultado de repetidas políticas malogradas para solucionar los problemas de siempre? Estudios como el de Latinobarómetro muestran que a más de la mitad de la población latina no le importa si el gobierno llega al poder sin democracia, siempre y cuando le resuelva sus problemas. Y hay que decirlo, cada vez más legan a poder quienes se manejan en los bordes o grises del sistema al que, por otro lado, ponen en tensión y hasta parecen desafiar desde el ejercicio del gobierno. desafían. Por caso, lo de Bukele en El Salvador es solo un ejemplo.
A un clic
¿Es la falta de paciencia o la ausencia de respuestas lo que inclina las preferencias electorales por aquellos outsiders que prometen patear el tablero y barrer con lo establecido de un plumazo? Las instituciones políticas no pueden ofrecer respuestas a golpe de clic, como ya casi con naturalidad se demanda y exige, Ese descalce con las expectativas, exaspera. Y si bien se podrá decir que Milei tampoco está resolviendo los problemas a la velocidad que se reclama (hasta se podría decir que al menos en esta primera etapa los está agravando), opera en tiempo real sobre la sed de cambio, Lidera la marcha de la bronca ¡contra todo lo probado.
Y justamente esa hasta ahora eficaz narrativa parece otorgarle el tiempo que necesita. Por eso acelera y profundiza. Rápido y furioso, y también a golpe de clic. Lo hace con récords diarios de likes, reposteos, o menes. Todo en modo influencer o, como bien lo describió Silvio Waisbord, como un presidente troll. Porque lejos de ser accesorio, ese comportamiento resulta un componente esencial para su estrategia. “El troll exitoso agita emociones. Logra grandes audiencias a fuerza de provocación, gritos, toques de humor, sátira y hasta insultos”, señala Waisbord.
Lo también sorprendente es que se mueve con destreza anfibia, híbrida, entre la novedad digital y lo tradicional analógico. Así, puede ser tan disruptivo como clásico. Por caso, pasa de navegar las redes a los textos de Alberdi o a la pelea contra el comunismo.
En un extraordinario artículo sobre comunicación y política publicado antes que el megaproyecto vuelva a fojas cero, Gonzalo Sarasqueta revelaba premonitoriamente la pretensión del actual gobierno: “si no avanza la gestión, que avance o sobreviva la narrativa”. El megaproyecto terminó arrumbado en un cajón, pero sin embargo, le permitió al gobierno redoblar la apuesta con su narrativa: la casta versus el pueblo, que si bien se inició en campaña, se extiende como sostén de gobierno. ¿Puede perdurar una comunicación de campaña ya en la gestión de lo público?
No es la primera vez que, de manera casual o estratégica, Milei hace de una debilidad una fortaleza. Así como con el mega proyecto había pasado también con el debate como candidato. Recordemos que, al día siguiente de la aparente derrota frente a su rival en el balotage, Milei explicó por qué para él había resultado un éxito. En aquel entonces, el hombre común frente al profesional. Ahora, el convencido que choca con la burocracia política y la lentitud de las instituciones. En ambos casos, la empatía con el ciudadano harto e impaciente.
Campaña y gobierno, comunicación y política
El propio presidente se ufana de desafiar el teorema de Baglini. “Yo sigo igual”, afirma y repite: “del mismo modo en campaña que ahora como presidente”. Es tan cierto que las reglas de la comunicación de campaña no son las de gobierno, como que es un error disociar comunicación y política (otro yerro recurrente de los tradicionales). Acá también Milei parece desafiar lo recomendable. Con su comportamiento casi electoral intenta demostrar que no cambia y que cumple con lo que dijo. Pero, además, evidencia que el único vínculo que pretende sostener es con la gente. Con aquellos que lo quieren ver dando las batallas prometidas, aún cuando los resultados tarden en llegar. ¿Hasta cuándo? El punto de intersección será decisivo.
Por ahora da sostén a su narrativa y viceversa Le permite seguir siendo creíble frente a sus votantes y quienes tienen expectativas en su gobierno. Se apalanca en ese vínculo para dar peleas tanto con los gobernadores variopintos como con aquellos “oficialistas no correspondidos”. Esos que corren presurosos a la fila de dadores de gobernabilidad. No es casual, es un comportamiento que lo muestra tan intransigente como lo quiere su audiencia. Pero, a la vez, tiene una finalidad política: dinamita los espacios tradicionales. O estás de un lado o estás del otro. El Pro y Macri toman nota.
Paradójicamente, si la comunicación gubernamental se trata de crear los consensos necesarios para desarrollar la gestión, para Milei, en cambio, esos consensos o acuerdos son justamente los que podrían erosionar su principal sostén: el crédito se dus seguidores.
Hay quienes señalan que el presidente no recorre provincias, ciudades, no repara en lo territorial. Hasta ahora la única incursión que hizo (Corrientes) fue para una actividad vinculada a lo partidario. Fueron mucho más, por caso, los viajes al exterior. Vale recordar que, también a contrapelo de lo recomendado en la comunicación política, su campaña tuvo muy poco de analógico. Lejos del barrio por barrio y del casa por casa. Nada de carteles y poco de panfletos. ¿Alcanzará ahora? O, mejor dicho y aventurando el futuro: ¿seguirá prescindiendo de los consensos y acuerdos políticos los resultados no llegan en tiempo y forma y la opinión pública comienza a ser refractaria?
Por ahora solo ofrece sufrimiento escudado en el contraste con la herencia que alimenta y agita casi en tiempo real con su comportamiento online y discursos en prime time. Polarización al palo. Los paros, la carta de CFK, el protagonismo sindical, y tantas otras reacciones le ofrecen, por ahora, combustión para el agite.
De panelista a presidente troll
Milei canalizó la bronca acumulada contra una larga lista de “pesares”. Estado ineficiente, corrupción, privilegios, derechos intangibles y economía doméstica en jaque, Y la lista se significantes gastados podría ser aún más extensa. Pero ¿qué hay de nuevo? Que no hay tolerancia, no hay espera. La inmediatez como atajo frente a la incertidumbre y la insatisfacción. Lo pausado exaspera. Por eso el presidente no da respiro y rompe a mazazos todo lo establecido o previsible y genera más agenda de la que se puede consumir.
Potencia emociones y canaliza broncas. Se desliza por los pianitos y a veces por la banquina. Abusa del tiro al fleje. ¿Hasta cuándo? Hay distintas formas de medir la duración de la famosa luna de miel. Una, por caso, podría ser hasta que se dirima la tensión entre adjudicar los pesares a la herencia (acumulada por varias capas geológicas) y el momento en que aparezcan los primeros alivios.
¿Se puede ser disruptivo en la comunicación y no en la política? No. Son dos dimensiones indisolubles. El punto es que, como decía Malamud antes de las elecciones, “Milei no tiene condiciones de gobernabilidad democrática” por su escasa representatividad en el Congreso y en las provincias. “No las tiene porque las instituciones son restrictivas. Argentina no se gobierna en hiperminoría. Sin embargo, Milei, al menos hasta ahora, dinamita los puentes e intenta seguir apalancándose en quienes lo votaron y siguen apoyando. y con todos aquellos que detestan a la “casta” que él señala y demoniza. La comunicación al servicio del consenso social por sobre el político. Porque como ya dijimos, los considera contradictorios.
Fantasía y realidad
Milei se siente cómodo con la presumida horizontalidad de las redes sociales. La gente ya no está dispuesta a obedecer, sino que fantasea con esa horizontalidad de los nuevos dispositivos que se ofrecen como igualadores. Pero debajo de la aparente simplicidad de la conversación en plataformas, emerge una política cada vez más compleja.
Hay gobernadores, legisladores, intendentes. Hay, además, una sociedad densa y un país federal Y Milei, que se autodefine “bilardista”, sabe que deberá empezar a mostrar resultados. Los necesita. Fue él, por caso, quien dijo que la diferencia entre un loco y un genio es el éxito. ¿Será la inflación de un dígito?
Bajo esa lógica, debería lograr que las líneas que traza con su narrativa y sus decisiones se crucen con los resultados justo antes del paso a nivel. De lo contrario, tal vez ya sea demasiado tarde para intentar los consensos y acuerdos políticos necesarios que fue descartando en favor del respaldo popular.
Habrá que ver entonces si es esa propia complejidad política, ahora palpable con el sacudón federal, la que marque los límites. Un freno que no parece encontrar una oposición a la que le fallan los instrumentos con los que está acostumbrada a navegar. La resistencia con aguante y muy poco más. Harán falta ideas y creatividad. Hará falta entender de nuevo.
*Especialista en comunicación política, autor de “La conversación política, dirigentes, medios y audiencias”.